Si tú amable lector tienes de 25 años a menos, es muy probable que al tener opciones difundidas como el cable y televisión satelital (si es que no te fuiste campamento o de viaje a “reflexionar” en estos días festivos) no hayas tenido que pasar tu Semana Santa (Viernes Santo para ser más específico) viendo desfilar una tras otra películas de corte religioso o épico (incluso de tintes inspiradores) como inmejorable opción en este feriado religioso. Mas por el contrario, quienes pasamos los 25 a más recordaremos como todos los años y religiosamente (sic) la televisión local nos inundaba de las mismas películas tooodos los años en Viernes Santo. Pero lo más curioso sea que muchas veces y a pesar de ello, nos enganchábamos con ellas pese a haberlas visto en años previos y quizá hasta en más de una oportunidad… ¿masoquismo? no lo creo. Mi voto más bien va en el sentido que aparte de no tener muchas opciones que ver y pese a las repeticiones eran historias bien contadas, interesantes, entretenidas y con un toque adicional: espectacularidad traducida en fastuosos escenarios, suntuosos vestuarios, multitudinario reparto… señores, estamos hablando de los PEPLUMs.
Ojo, no son iniciales de
ninguna frase ni ningún código alguno. El PEPLUM (término derivado de la
palabra griega peplom que significa túnica aunque acuñado más a la vestimenta
femenina que la masculina) no es más que aquella película de corte histórico-aventuras
de época greco – romana. Si a eso le añadimos el detalle que la Biblia
(atractiva fuente inagotable –y gratuita- de argumentos de películas)
desarrolla las historias de sus libros en estos tiempos pues terminamos en lo
que es el tema de nuestro tema de hoy: el PEPLUM RELIGIOSO.
Características del PEPLUM
RELIGIOSO
·
Argumentos basados en relatos de la biblia,
en novelas (llamadas paleocristianas) o en biografías de personas santas aunque
casi siempre con licencias en beneficio del film.
·
Los protagonistas son actores conocidos (que
en algunos casos adolecen de un miscast antológico)
· Su duración difícilmente es menor a 2 horas
y media.
·
Suntuosas y fastuosas en algunos casos
llevados al extremo.
· Los personajes pese a su accionar son
finalmente redimidos, muchas veces en la eternidad.
PEPLUMs RELIGIOSOS POR
EXCELENCIA
La historia de Jesús no es
la única de la Biblia tocada en una película, el antiguo testamento nos
presenta variedad y riqueza de relatos que ya han sido retratados en la gran
pantalla, así John Huston en La Biblia (1966) intentó –con mediocres
resultados- relatar los capítulos iniciales del Génesis pero el fracaso del
mismo impidió que continuara lo que parecía sería una serie de films respecto
al libro santo, otro título basado en el
Génesis es Sodoma y Gomorra (Robert Aldrich, 1962) donde la historia de
las ciudades malditas se relataba con el oficio habitual del director aunque
con ciertas licencias en su argumento y las limitaciones de ser una producción
independiente que finalmente truncó la posibilidad de haber brindado un mejor
resultado.
Hablando de resultados
superiores me tomo un párrafo aparte para mencionar el aporte al género de su
director por excelencia, el gran Cecil B. De Mille (1881-1959). Prolífico
artesano de películas de diversos géneros, mostró siempre un particular interés
en los peplums, así dirigió las primeras y bisoñas versiones de Rey de Reyes
(1927), Cleopatra (1934) y Los Diez Mandamientos (1923); de este último título
él mismo se encargaría de hacer un remake en 1956 que haría palidecer todo lo
realizado hasta el momento en un film notable en todos los sentidos, y no sólo
hablo de los aspectos técnicos de la misma, muy conocidos por todos (la escena
del paso del Mar Rojo es sin duda uno de los grandes momentos del cine) sino
que el centrarse en el tema bíblico no le impidió que creara una serie de
historias personales de amor-odio muy interesantes recubiertas de una carga
épica, mística y religiosa sobresaliente.
Todas estas virtudes ya las había mostrado en su film previo en este género, Sansón y Dalila (1949) donde detrás de la historia del israelita que pierde –casi literalmente- la cabeza por una filistea se da un tiempo para mostrar todas las dudas y miserias humanas de sus personajes evitando de esta manera que se conviertan en estampitas y favoreciendo la carga dramática de la película que fue la más taquillera de ese año. Otro punto a favor de los peplums de De Mille es la identificación de estos personajes bíblicos con los rostros de los actores, pues es difícil que mencionemos a Moisés sin pensar en Charlton Heston, a Sansón en Victor Mature o a Dalila sin recordar a la bella Hedy Lamarr.
Todas estas virtudes ya las había mostrado en su film previo en este género, Sansón y Dalila (1949) donde detrás de la historia del israelita que pierde –casi literalmente- la cabeza por una filistea se da un tiempo para mostrar todas las dudas y miserias humanas de sus personajes evitando de esta manera que se conviertan en estampitas y favoreciendo la carga dramática de la película que fue la más taquillera de ese año. Otro punto a favor de los peplums de De Mille es la identificación de estos personajes bíblicos con los rostros de los actores, pues es difícil que mencionemos a Moisés sin pensar en Charlton Heston, a Sansón en Victor Mature o a Dalila sin recordar a la bella Hedy Lamarr.
Luego del mega éxito mundial de Sansón y Dalila, se produjeron muchísimos títulos con argumentos bíblicos tanto en Estados Unidos como en Europa, de los que podríamos destacar a David y Betsabé (Henry King, 1951) correcto film donde Gregory Peck y Susan Hayward encarnan a los trágicos amantes del título presos de la arrolladora pasión que sentían y que fuera condenada por Dios, y Salomón y la Reina de Saba (King Vidor, 1959) donde ni siquiera la presencia de la sensual Gina Lollobrigida eclipsó el trágico hecho de ser recordada como la película que le costó la vida a su protagonista inicial, el legendario Tyrone Power fallecido filmando una escena de pelea y sustituido luego por Yul Brynner quien hace lo que puede en un film pretencioso y no muy logrado. Otros títulos a revisar, curiosamente todos realizados en 1960: La historia de Ruth (Henry Koster), Esther y el Rey (Raoul Walsh) y David y Goliat (Ferdinando Baldi-Richard Pottier) donde ni la presencia de Orson Welles como Saúl salva la película.
Otro grupo de películas
infaltables en este género son las denominadas paleocristianas, es decir
aquellas con argumento basados en novelas o relatos no contenidos en la Biblia
pero que sitúan su accionar en momentos bíblicos o con personajes salidos del
libro sagrado. La más famosa es a no dudarlo la multipremiada Ben-Hur (William
Wyler, 1959) basada en la novela de Lewis Wallace y ganadora de 11 premios
Oscar y que –por si alguien por ahí de casualidad nunca la vió- se centra en la
historia del príncipe judío Judah Ben-Hur (otra vez Charlton Heston, en la
interpretación que le valió el Oscar al Mejor Actor de ese año) y su trágica
historia donde en medio de la traición, el odio y la desesperanza encuentra su
redención nada menos que con el Mesías poco antes de su crucifixión. Para la
historia ha pasado aparte de sus premios, su excesivo metraje (3 horas y media)
y el sospechoso lazo amical-fraternal entre el protagonista y el luego villano
Mesala (Stephen Boyd) la famosa carrera de cuadrigas -clímax de la película-
donde somos partícipes de la que quizás sea la mejor y más intensa filmación en
movimiento de todos los tiempos.
Otros notables títulos de
este grupo son: Quo Vadis? (Mervyn LeRoy, 1951) basada en la novela de Henryk
Sienkiwicz y que relata la historia de amor entre el romano Marco Vinicio
(Robert Taylor) y la judía Ligia (Deborah Kerr) en los tiempos de la cacería de
cristianos que encabeza el enloquecido emperador romano Nerón (brillante Peter
Ustinov); en El Manto Sagrado (Henry Koster, 1953) basada en la novela de Lloyd
C. Douglas se relata la historia del tribuno Marcellus Gallio (Richard Burton)
a quien la vida le cambia luego de comandar la crucifixión del Mesías y el
darse cuenta (con la ayuda de su esclavo Demetrio encarnado por Victor Mature)
de la importancia del manto que llevaba y que lo ganó jugando, tuvo la secuela
Demetrio y los Gladiadores (Delmer Davies, 1954) basada en la misma novela. Por
su parte en Barrabás (Richard Flesicher, 1961) basada en la novela de Pär
Lagerkvist se relata la imaginaria historia del esclavo favorecido por Poncio
Pilatos quien luego de su libertad carga la infamia y el remordimiento de saber
lo caro que significó su libertad. Anthony Quinn lo interpreta notablemente.
No puedo dejar de mencionar
rápidamente (y también programadas en fiestas) las películas basadas en vidas
santas como por ejemplo Juana de Arco (Victor Fleming, 1948) con Ingrid Bergman
en el papel principal (¿¿??), La canción de Bernadette (Henry King, 1943) con
Jennifer Jones en el papel de Santa Bernadette que le mereció el Oscar a mejor
actriz ese año, San Francisco de Asís (Michael Curtiz, 1961) encarnado por
Bradford Dillman o también El milagro de Fátima (John Brahm, 1952) donde se
relata la historia de los pastorcitos favorecidos por la aparición de la
Virgen.
El tema da para más,
muchísimo más pero espero haber motivado su inquietud para visionar estos
films, sea o no Semana Santa. Después de todo es prácticamente imposible que en
nuestros tiempos se produzca este tipo de films, aunque al parecer Darren
Aronofsky quien ya prepara para el 2014 el estreno de Noé encarnado por Russell
Crowe estaría dispuesto a probarnos que estamos completamente equivocados.
Veremos.