Peplum Religioso

Por Cristian Caceda Acevedo  

Si tú amable lector tienes de 25 años a menos, es muy probable que al tener opciones difundidas como el cable y televisión satelital (si es que no te fuiste campamento o de viaje a “reflexionar” en estos días festivos) no hayas tenido que pasar tu Semana Santa (Viernes Santo para ser más específico) viendo desfilar una tras otra películas de corte religioso o épico (incluso de tintes inspiradores) como inmejorable opción en este feriado religioso. Mas por el contrario, quienes pasamos los 25 a más recordaremos como todos los años y religiosamente (sic) la televisión local nos inundaba de las mismas películas tooodos los años en Viernes Santo. Pero lo más curioso sea que muchas veces y a pesar de ello, nos enganchábamos con ellas pese a haberlas visto en años previos y quizá hasta en más de una oportunidad… ¿masoquismo? no lo creo. Mi voto más bien va en el sentido que aparte de no tener muchas opciones que ver y pese a las repeticiones eran historias bien contadas, interesantes, entretenidas y con un toque adicional: espectacularidad traducida en fastuosos escenarios, suntuosos vestuarios, multitudinario reparto… señores, estamos hablando de los PEPLUMs.

Ojo, no son iniciales de ninguna frase ni ningún código alguno. El PEPLUM (término derivado de la palabra griega peplom que significa túnica aunque acuñado más a la vestimenta femenina que la masculina) no es más que aquella película de corte histórico-aventuras de época greco – romana. Si a eso le añadimos el detalle que la Biblia (atractiva fuente inagotable –y gratuita- de argumentos de películas) desarrolla las historias de sus libros en estos tiempos pues terminamos en lo que es el tema de nuestro tema de hoy: el PEPLUM RELIGIOSO.

Características del PEPLUM RELIGIOSO
·     Argumentos basados en relatos de la biblia, en novelas (llamadas paleocristianas) o en biografías de personas santas aunque casi siempre con licencias en beneficio del film.
·    Los protagonistas son actores conocidos (que en algunos casos adolecen de un miscast antológico)
·  Su duración difícilmente es menor a 2 horas y media.
·   Suntuosas y fastuosas en algunos casos llevados al extremo.
·  Los personajes pese a su accionar son finalmente redimidos, muchas veces en la eternidad.


PEPLUMs RELIGIOSOS POR EXCELENCIA
Tomando en cuenta la fecha, pues indudablemente la gran estrella es la historia de Jesús que desde siempre ha inspirado varios films, siendo los más recordados: Rey de Reyes (Nicholas Ray, 1961) donde Jeffrey Hunter encarnaba a un Jesús bastante sesentero, La más grande historia jamás contada (George Stevens, 1965) con un Max Von Sydow encarnando al Mesías mucho antes de dedicarse a expulsar demonios de niñas poseídas y Jesús de Nazareth (Franco Zeffirelli, 1977) producción inicialmente destinada a la TV pero que se exhibió en cines en casi todo el mundo donde Robert Powell encarnó de manera casi mítica al Hijo de Dios. Imposible cerrar este grupo sin mencionar La pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004) la cual a diferencia de las primeras distó de ser una producción suntuosa para centrarse en film minimalista y controvertido desde sus tintes antisemitas hasta el extremo realismo de las escenas de tortura al que fue sometido su Jesús encarnado por Jim Caviezel.

La historia de Jesús no es la única de la Biblia tocada en una película, el antiguo testamento nos presenta variedad y riqueza de relatos que ya han sido retratados en la gran pantalla, así John Huston en La Biblia (1966) intentó –con mediocres resultados- relatar los capítulos iniciales del Génesis pero el fracaso del mismo impidió que continuara lo que parecía sería una serie de films respecto al libro santo, otro título basado en el  Génesis es Sodoma y Gomorra (Robert Aldrich, 1962) donde la historia de las ciudades malditas se relataba con el oficio habitual del director aunque con ciertas licencias en su argumento y las limitaciones de ser una producción independiente que finalmente truncó la posibilidad de haber brindado un mejor resultado.

Hablando de resultados superiores me tomo un párrafo aparte para mencionar el aporte al género de su director por excelencia, el gran Cecil B. De Mille (1881-1959). Prolífico artesano de películas de diversos géneros, mostró siempre un particular interés en los peplums, así dirigió las primeras y bisoñas versiones de Rey de Reyes (1927), Cleopatra (1934) y Los Diez Mandamientos (1923); de este último título él mismo se encargaría de hacer un remake en 1956 que haría palidecer todo lo realizado hasta el momento en un film notable en todos los sentidos, y no sólo hablo de los aspectos técnicos de la misma, muy conocidos por todos (la escena del paso del Mar Rojo es sin duda uno de los grandes momentos del cine) sino que el centrarse en el tema bíblico no le impidió que creara una serie de historias personales de amor-odio muy interesantes recubiertas de una carga épica, mística y religiosa sobresaliente.

Todas estas virtudes ya las había mostrado en su film previo en este género, Sansón y Dalila (1949) donde detrás de la historia del israelita que pierde –casi literalmente- la cabeza por una filistea se da un tiempo para mostrar todas las dudas y miserias humanas de sus personajes evitando de esta manera que se conviertan en estampitas y favoreciendo la carga dramática de la película que fue la más taquillera de ese año. Otro punto a favor de los peplums de De Mille es la identificación de estos personajes bíblicos con los rostros de los actores, pues es difícil que mencionemos a Moisés sin pensar en Charlton Heston, a Sansón en Victor Mature o a Dalila sin recordar a la bella Hedy Lamarr.



Luego del mega éxito mundial de Sansón y Dalila, se produjeron muchísimos títulos con argumentos bíblicos tanto en Estados Unidos como en Europa, de los que podríamos destacar a David y Betsabé (Henry King, 1951) correcto film donde Gregory Peck y Susan Hayward encarnan a los trágicos amantes del título presos de la arrolladora pasión que sentían y que fuera condenada por Dios, y Salomón y la Reina de Saba (King Vidor, 1959) donde ni siquiera la presencia de la sensual Gina Lollobrigida eclipsó el trágico hecho de ser recordada como la película que le costó la vida a su protagonista inicial, el legendario Tyrone Power fallecido filmando una escena de pelea y sustituido luego por Yul Brynner quien hace lo que puede en un film pretencioso y no muy logrado. Otros títulos a revisar, curiosamente todos realizados en 1960: La historia de Ruth (Henry Koster), Esther y el Rey (Raoul Walsh) y David y Goliat (Ferdinando Baldi-Richard Pottier) donde ni la presencia de Orson Welles como Saúl salva la película.

Otro grupo de películas infaltables en este género son las denominadas paleocristianas, es decir aquellas con argumento basados en novelas o relatos no contenidos en la Biblia pero que sitúan su accionar en momentos bíblicos o con personajes salidos del libro sagrado. La más famosa es a no dudarlo la multipremiada Ben-Hur (William Wyler, 1959) basada en la novela de Lewis Wallace y ganadora de 11 premios Oscar y que –por si alguien por ahí de casualidad nunca la vió- se centra en la historia del príncipe judío Judah Ben-Hur (otra vez Charlton Heston, en la interpretación que le valió el Oscar al Mejor Actor de ese año) y su trágica historia donde en medio de la traición, el odio y la desesperanza encuentra su redención nada menos que con el Mesías poco antes de su crucifixión. Para la historia ha pasado aparte de sus premios, su excesivo metraje (3 horas y media) y el sospechoso lazo amical-fraternal entre el protagonista y el luego villano Mesala (Stephen Boyd) la famosa carrera de cuadrigas -clímax de la película- donde somos partícipes de la que quizás sea la mejor y más intensa filmación en movimiento de todos los tiempos.

Otros notables títulos de este grupo son: Quo Vadis? (Mervyn LeRoy, 1951) basada en la novela de Henryk Sienkiwicz y que relata la historia de amor entre el romano Marco Vinicio (Robert Taylor) y la judía Ligia (Deborah Kerr) en los tiempos de la cacería de cristianos que encabeza el enloquecido emperador romano Nerón (brillante Peter Ustinov); en El Manto Sagrado (Henry Koster, 1953) basada en la novela de Lloyd C. Douglas se relata la historia del tribuno Marcellus Gallio (Richard Burton) a quien la vida le cambia luego de comandar la crucifixión del Mesías y el darse cuenta (con la ayuda de su esclavo Demetrio encarnado por Victor Mature) de la importancia del manto que llevaba y que lo ganó jugando, tuvo la secuela Demetrio y los Gladiadores (Delmer Davies, 1954) basada en la misma novela. Por su parte en Barrabás (Richard Flesicher, 1961) basada en la novela de Pär Lagerkvist se relata la imaginaria historia del esclavo favorecido por Poncio Pilatos quien luego de su libertad carga la infamia y el remordimiento de saber lo caro que significó su libertad. Anthony Quinn lo interpreta notablemente.

No puedo dejar de mencionar rápidamente (y también programadas en fiestas) las películas basadas en vidas santas como por ejemplo Juana de Arco (Victor Fleming, 1948) con Ingrid Bergman en el papel principal (¿¿??), La canción de Bernadette (Henry King, 1943) con Jennifer Jones en el papel de Santa Bernadette que le mereció el Oscar a mejor actriz ese año, San Francisco de Asís (Michael Curtiz, 1961) encarnado por Bradford Dillman o también El milagro de Fátima (John Brahm, 1952) donde se relata la historia de los pastorcitos favorecidos por la aparición de la Virgen. 


El tema da para más, muchísimo más pero espero haber motivado su inquietud para visionar estos films, sea o no Semana Santa. Después de todo es prácticamente imposible que en nuestros tiempos se produzca este tipo de films, aunque al parecer Darren Aronofsky quien ya prepara para el 2014 el estreno de Noé encarnado por Russell Crowe estaría dispuesto a probarnos que estamos completamente equivocados.
Veremos.


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